El presidente viajero, Frei, en 1999 declaró el 24 de junio como “Día nacional de los pueblos indígenas”. Pero no por pura buena onda, sino por una que otra presión, que no viene al caso recordar, así que no estamos agradecidos, porque era lo que correspondía, no más.
Ahora yo me pregunto: ¿Es importante para el gobierno, para Chile, ese día?. Porque ni siquiera es feriado, y debería serlo, para que mi pueblo no tenga que celebrar cualquier otro día que no corresponde, sobretodo un fin de semana cercano, porque hay que trabajar, por si el señor Frei se le había olvidado.
Pero, debería ser considerado por el gobierno actual, ¿o no?.
Señores, We Tripantü o Wiñoy Tripantü (la nueva salida del sol o el regreso de Antü), por siglos celebrada por mi pueblo, era una de las ceremonias más importante, donde se comenzaba un nuevo ciclo, la renovación de todas las fuerzas, el inicio de un nuevo año.
Se juntaban las comunidades, las familias, los vecinos, los amigos, las machis, los lonkos, etc. Había bailes (choique, purum), música (kultrun, pifilca, tronpe, trutruca, kulkul, cascawillas).
Había rogativas a diferentes horas (el día, la noche, la madrugada). Se saludaba a los cuatro puntos o Meli Witran mapu. Se honraba a la Ñuke, a Futa Chau Ngenechen, a las cuatro fuerzas (agua, tierra, viento, fuego). Se conversaba con el Padre Sol, se le agradecía por todo lo que tuvimos, por lo que tenemos y lo que tendremos con su regreso y su protección, por su generosidad al fecundar a nuestra Madre, para que ella produzca el alimento para sus hijos, para todos sus hijos (nosotros, la naturaleza, los espíritus).
Los niños y los adultos se bañaban en aguas limpias y corrientes a las cuatro o cinco de la mañana, para recibir al Padre Sol limpios de cuerpo, de pensamiento y de alma. El agua se encargaba de llevar el pasado lejos, de transformarlo y renovarlo.
En toda la naturaleza había júbilo y entre los vecinos solidaridad, compartiendo los alimentos, regalos, conversaciones, bailes.
Se llevaban las mejores comidas los mejores trajes, no para mostrar a los demás asistentes, sino para ser dignos para venerar a nuestros dioses, a nuestros antepasados, a nuestra fuerzas.
A la llegada de los españoles y su evangelización, o “domesticación”, esta fiesta (pagana para ellos) la quisieron eliminar, como tantas otras. Como no podían directamente intervenir (eso iba en contra con su cristianismo), la transformaron, en la misma fecha pero con otro nombre y otro motivo, claro, conveniente para ellos: San Juan.
Dentro de los siglos siguientes se siguió celebrando ahora con el nombre de San Juan (el nombre de We Tripantü se empezó a olvidar). Las celebraciones se reducían ya a nivel familiar, porque ese día ‘se exigía’ ir a la iglesia y el que se quedaba en su casa era sindicado, como ya sabemos, de ‘pagano’, ‘rebelde’, ‘adoradores del Diablo’. Ni aún así, muchas familias se quedaban en sus casas celebrando, alrededor de un fogón, contando historias, compartiendo una comida, recordando el pasado (como lo hacíamos con mi abuelo).
Muchos hermanos le pusieron a sus hijos ‘Juan’ o ‘Juana’, y hasta hace poco esa era la fiesta más importante dentro de las comunidades, junto al Año Nuevo (occidental). Pero, habíamos olvidado el verdadero significado.
Hoy gracias a la sabiduría de muchos hermanos, de organizaciones mapuches, gracias a nuestros ancianos también y gracias a nuestros jóvenes que han querido recuperar la memoria y participar en las celebraciones, gracias también a todas esas personas no mapuches que siempre estuvieron apoyando a nuestros hermanos en comunidades y en diferentes asociaciones, para que lo que hoy sucede: se hiciera realidad, se ha recuperado la mayor parte de esta ceremonia.
Se celebra en las comunidades, en los colegios, en las ciudades y cada año se suman más y más, como una ola que va tomando más fuerza.
Hemos vuelto a escuchar a nuestros ancianos, para que nos guíen en este proceso, así es que poco a poco la reivindicación –cultural, emocional y espiritual- se logrará.
Estamos recordando, estamos de nuevo pronunciando los nombres sagrados, de nuestros dioses, de nuestros antepasados, de nuestros newenes, de nuestra Madre, de nuestro Padre.
Cada año, al celebrar We Tripantü, Futa Chau Ngenechen escucha a través del kultrun el latir del corazón de sus hijos vivos, felices, juntos, por una sola razón, que es la más grande y poderosa: es la de “Ser Mapuches”, hijos y herederos de estas tierras.
MARICHIWEU
(Diez veces venceremos)
Ahora yo me pregunto: ¿Es importante para el gobierno, para Chile, ese día?. Porque ni siquiera es feriado, y debería serlo, para que mi pueblo no tenga que celebrar cualquier otro día que no corresponde, sobretodo un fin de semana cercano, porque hay que trabajar, por si el señor Frei se le había olvidado.
Pero, debería ser considerado por el gobierno actual, ¿o no?.
Señores, We Tripantü o Wiñoy Tripantü (la nueva salida del sol o el regreso de Antü), por siglos celebrada por mi pueblo, era una de las ceremonias más importante, donde se comenzaba un nuevo ciclo, la renovación de todas las fuerzas, el inicio de un nuevo año.
Se juntaban las comunidades, las familias, los vecinos, los amigos, las machis, los lonkos, etc. Había bailes (choique, purum), música (kultrun, pifilca, tronpe, trutruca, kulkul, cascawillas).
Había rogativas a diferentes horas (el día, la noche, la madrugada). Se saludaba a los cuatro puntos o Meli Witran mapu. Se honraba a la Ñuke, a Futa Chau Ngenechen, a las cuatro fuerzas (agua, tierra, viento, fuego). Se conversaba con el Padre Sol, se le agradecía por todo lo que tuvimos, por lo que tenemos y lo que tendremos con su regreso y su protección, por su generosidad al fecundar a nuestra Madre, para que ella produzca el alimento para sus hijos, para todos sus hijos (nosotros, la naturaleza, los espíritus).
Los niños y los adultos se bañaban en aguas limpias y corrientes a las cuatro o cinco de la mañana, para recibir al Padre Sol limpios de cuerpo, de pensamiento y de alma. El agua se encargaba de llevar el pasado lejos, de transformarlo y renovarlo.
En toda la naturaleza había júbilo y entre los vecinos solidaridad, compartiendo los alimentos, regalos, conversaciones, bailes.
Se llevaban las mejores comidas los mejores trajes, no para mostrar a los demás asistentes, sino para ser dignos para venerar a nuestros dioses, a nuestros antepasados, a nuestra fuerzas.
A la llegada de los españoles y su evangelización, o “domesticación”, esta fiesta (pagana para ellos) la quisieron eliminar, como tantas otras. Como no podían directamente intervenir (eso iba en contra con su cristianismo), la transformaron, en la misma fecha pero con otro nombre y otro motivo, claro, conveniente para ellos: San Juan.
Dentro de los siglos siguientes se siguió celebrando ahora con el nombre de San Juan (el nombre de We Tripantü se empezó a olvidar). Las celebraciones se reducían ya a nivel familiar, porque ese día ‘se exigía’ ir a la iglesia y el que se quedaba en su casa era sindicado, como ya sabemos, de ‘pagano’, ‘rebelde’, ‘adoradores del Diablo’. Ni aún así, muchas familias se quedaban en sus casas celebrando, alrededor de un fogón, contando historias, compartiendo una comida, recordando el pasado (como lo hacíamos con mi abuelo).
Muchos hermanos le pusieron a sus hijos ‘Juan’ o ‘Juana’, y hasta hace poco esa era la fiesta más importante dentro de las comunidades, junto al Año Nuevo (occidental). Pero, habíamos olvidado el verdadero significado.
Hoy gracias a la sabiduría de muchos hermanos, de organizaciones mapuches, gracias a nuestros ancianos también y gracias a nuestros jóvenes que han querido recuperar la memoria y participar en las celebraciones, gracias también a todas esas personas no mapuches que siempre estuvieron apoyando a nuestros hermanos en comunidades y en diferentes asociaciones, para que lo que hoy sucede: se hiciera realidad, se ha recuperado la mayor parte de esta ceremonia.
Se celebra en las comunidades, en los colegios, en las ciudades y cada año se suman más y más, como una ola que va tomando más fuerza.
Hemos vuelto a escuchar a nuestros ancianos, para que nos guíen en este proceso, así es que poco a poco la reivindicación –cultural, emocional y espiritual- se logrará.
Estamos recordando, estamos de nuevo pronunciando los nombres sagrados, de nuestros dioses, de nuestros antepasados, de nuestros newenes, de nuestra Madre, de nuestro Padre.
Cada año, al celebrar We Tripantü, Futa Chau Ngenechen escucha a través del kultrun el latir del corazón de sus hijos vivos, felices, juntos, por una sola razón, que es la más grande y poderosa: es la de “Ser Mapuches”, hijos y herederos de estas tierras.
MARICHIWEU
(Diez veces venceremos)
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