“Hacia el Puel, Ñawe, hacia el Puel, (enrarecido el aire, los pájaros parecían no tener dirección).
Mala señal, decía mi abuelo, adivinando de antemano lo que iba a pasar. Observaba silencioso como hace miles de años lo hacían nuestros ancestros, previniendo antes los cambios, las lluvias, inundaciones, las tormentas, las sequías, los terremotos, el poder de los pillanes (volcanes).
Los hijos de esta tierra sabían y estaban preparados para cualquier acontecimiento. Poco era lo que poseían, sólo lo que necesitaban su Ruka, los que la tenían. antes de establecerse o construir, revisaban y solicitaban a nuestra Ñuke Mapu, a Futa Chau Ngenechen, a nuestros ancestros, a nuestras fuerzas, a nuestros espíritus, y estos con distintas señales, (a través de nuestros animales y peumas) recibíamos si nos daban o no su aprobación . Así éramos uno solo, con los cuatros puntos de la tierra o Meli Witran Mapu.
Hijos obedientes y respetuosos de sus padres, humildes y agradecidos, habitábamos donde debíamos, celebrando un pacto con todos los espíritus (guardianes de los bosques, ríos, montañas, animales) y seres que allí habitaban. Un pacto de respeto, de no trasgresión de ambos lados.
Hoy la descendencia de los invasores, con altanería y soberbia, han querido desafiar, confrontar y ofender a mis dioses, construyendo casas, fortalezas, hoteles, donde se les da la soberana gana, como ya nos despojaron de nuestra tierra, “Se creen con el derecho de Saber qué Hacer con Ella”.
Mal han pensado la tierra, la madre, viva. Hoy más que nunca siente, respira, se enfada, y suave ha sido con el rugir de sus pillanes, con el sacudir de su cuerpo. Ni aún así, la descendencia de los invasores sigue su atrevimiento, su prepotencia, siguen sus forestales, sus represas, sus celulosas, siguen con su contaminación, con sus aeropuertos, con su basura (basurales, muchos cerca de comunidades), arrasando con lugares llenos de poder (Menokos, Aukin, todos sagrados para mí, para mi gente, para mi Wallmapu). Y lo permitimos, hermanos, callamos sin hacer ,ni decir nada, cómplices a la fuerza, porque si protestamos sabemos también lo que va a ocurrir: más wentrükonas presos, más pobreza, más miseria para mis lamngen y sus hijos.
Tenemos corazón y espíritu, hermanos, “pero no tenemos pies y no tenemos cabeza”. Nuestros guerreros, nuestros líderes, nuestros dirigentes están cansados, muchos encarcelados, heridos ,pocos siguen de pie, tratando de resistir, otros tantos olvidaron, “porque es la lucha” y se han conformado con “un puesto y un sueldo”.
Y yo, hermanos, soy mujer, soy madre, soy mapuche, honro a mis dioses, amo a mi madre, soy fuerte como todas y cada una de mis hermanas. Hemos sido las que por siglos han guiado y ha mantenido junta a la familia y al pueblo, han apoyado a sus Wentru y han tomado su lugar cuando no están, y muchas cuando si lo están, cuando son débiles y cobardes para defender lo que nuestros ancestros y nuestros abuelos “defendieron como hombres”.
Y yo creo hermanos, firmemente, que son las nuevas generaciones las que alzaran la voz, las que lo están haciendo, las que sólo llevan un apellido mapuche, y algunos ni siquiera lo tienen, pero lo sienten y lo llevan en la sangre. “Porque mis dioses, mis espíritus, mis antepasados, mi Ñuke, hermanos, todos sabios, justos, poderosos”, si no encuentran en su propio linaje, lo van a encontrar donde halla valor, compromiso, lealtad, amor a la madre y a sus hijos.
Como un Alex Lemun, como un Matías Catrileo, como una Patricia Troncoso, como una Elena Varela, como todos los hermanos que día a día sufren agobios, discriminación, pobreza, hambre, y aún así sus corazones, sus almas, permanecen calmas y serenas, altivas, sin ser doblegadas, esperando el tiempo, esperando el momento, “esperando la cabeza”, echando raíces en silencio, “fortaleciendo los pies”, soportando, mientras la arrogancia de los vencedores, por un tiempo, vencedores de hoy, “pero jamás hermanos, jamás del mañana”.
MARICHIWEU PU LAMNGEN
Mala señal, decía mi abuelo, adivinando de antemano lo que iba a pasar. Observaba silencioso como hace miles de años lo hacían nuestros ancestros, previniendo antes los cambios, las lluvias, inundaciones, las tormentas, las sequías, los terremotos, el poder de los pillanes (volcanes).
Los hijos de esta tierra sabían y estaban preparados para cualquier acontecimiento. Poco era lo que poseían, sólo lo que necesitaban su Ruka, los que la tenían. antes de establecerse o construir, revisaban y solicitaban a nuestra Ñuke Mapu, a Futa Chau Ngenechen, a nuestros ancestros, a nuestras fuerzas, a nuestros espíritus, y estos con distintas señales, (a través de nuestros animales y peumas) recibíamos si nos daban o no su aprobación . Así éramos uno solo, con los cuatros puntos de la tierra o Meli Witran Mapu.
Hijos obedientes y respetuosos de sus padres, humildes y agradecidos, habitábamos donde debíamos, celebrando un pacto con todos los espíritus (guardianes de los bosques, ríos, montañas, animales) y seres que allí habitaban. Un pacto de respeto, de no trasgresión de ambos lados.
Hoy la descendencia de los invasores, con altanería y soberbia, han querido desafiar, confrontar y ofender a mis dioses, construyendo casas, fortalezas, hoteles, donde se les da la soberana gana, como ya nos despojaron de nuestra tierra, “Se creen con el derecho de Saber qué Hacer con Ella”.
Mal han pensado la tierra, la madre, viva. Hoy más que nunca siente, respira, se enfada, y suave ha sido con el rugir de sus pillanes, con el sacudir de su cuerpo. Ni aún así, la descendencia de los invasores sigue su atrevimiento, su prepotencia, siguen sus forestales, sus represas, sus celulosas, siguen con su contaminación, con sus aeropuertos, con su basura (basurales, muchos cerca de comunidades), arrasando con lugares llenos de poder (Menokos, Aukin, todos sagrados para mí, para mi gente, para mi Wallmapu). Y lo permitimos, hermanos, callamos sin hacer ,ni decir nada, cómplices a la fuerza, porque si protestamos sabemos también lo que va a ocurrir: más wentrükonas presos, más pobreza, más miseria para mis lamngen y sus hijos.
Tenemos corazón y espíritu, hermanos, “pero no tenemos pies y no tenemos cabeza”. Nuestros guerreros, nuestros líderes, nuestros dirigentes están cansados, muchos encarcelados, heridos ,pocos siguen de pie, tratando de resistir, otros tantos olvidaron, “porque es la lucha” y se han conformado con “un puesto y un sueldo”.
Y yo, hermanos, soy mujer, soy madre, soy mapuche, honro a mis dioses, amo a mi madre, soy fuerte como todas y cada una de mis hermanas. Hemos sido las que por siglos han guiado y ha mantenido junta a la familia y al pueblo, han apoyado a sus Wentru y han tomado su lugar cuando no están, y muchas cuando si lo están, cuando son débiles y cobardes para defender lo que nuestros ancestros y nuestros abuelos “defendieron como hombres”.
Y yo creo hermanos, firmemente, que son las nuevas generaciones las que alzaran la voz, las que lo están haciendo, las que sólo llevan un apellido mapuche, y algunos ni siquiera lo tienen, pero lo sienten y lo llevan en la sangre. “Porque mis dioses, mis espíritus, mis antepasados, mi Ñuke, hermanos, todos sabios, justos, poderosos”, si no encuentran en su propio linaje, lo van a encontrar donde halla valor, compromiso, lealtad, amor a la madre y a sus hijos.
Como un Alex Lemun, como un Matías Catrileo, como una Patricia Troncoso, como una Elena Varela, como todos los hermanos que día a día sufren agobios, discriminación, pobreza, hambre, y aún así sus corazones, sus almas, permanecen calmas y serenas, altivas, sin ser doblegadas, esperando el tiempo, esperando el momento, “esperando la cabeza”, echando raíces en silencio, “fortaleciendo los pies”, soportando, mientras la arrogancia de los vencedores, por un tiempo, vencedores de hoy, “pero jamás hermanos, jamás del mañana”.
MARICHIWEU PU LAMNGEN
No hay comentarios:
Publicar un comentario